Aquí, en nuestra querida Patria, generosa, bella, rica, maravillosa y leal con sus hijos, de cálida amistad para todo el mundo, desafortunadamente; “Todo sigue igual” como hace más de dos décadas, la misma y exacerbada inseguridad cobijada por la corrupción e impunidad rampante. Como siempre mis comentarios tienen el sustento de un sinnúmero de vivencias negativas de transportistas y propias, frutos amargos que tiene que tragar el sector autotransporte federal.
Los camioneros –dueños y/o conductores- al iniciar cada viaje, deben de tragarse el miedo, temor y angustia que les produce la mala fortuna de toparse con estas súper bandas de delincuentes que han llegado a la audacia –que les brinda la inmunidad- y detener los camiones a ¡balazos! ¿Estos hechos son invisibles e irrelevantes para la justicia? Duele escribir esto -¿Por qué?- porque esto produce otros sentimientos en cadena, como son terror, miedo, angustia, frustración y desaliento y rabia, mucha rabia, hacia aquellos malditos que nos despojan de nuestro patrimonio, sin protección alguna de lo que mandata nuestra Carta Magna.
Sí Amigos y compañeros transportistas; rabia. Ira, impotencia, inca+&”#$*#, reprimidos por no encontrar en las autoridades las “ganas” necesarias para hacer cumplir la Ley y limpiar las venas que comunican y dan vida a toda una nación pujante como es México, de tanta mala sangre, toxica, envenenada por la malsana ambición de miles de asalta-transportistas, cuyo pecado es cumplir con su deber de unir destinos para personas y producto de todas clases por rutas terrestres, en los que son indispensables para hacer llegar a la gente para su vida diaria.
Los camioneros mexicanos –dueños y/o operadores- al iniciar cada viaje, con coraje por delante, deben de tragarse el miedo, pánico y elevar ruegos al Altísimo, que produce la mala fortuna de toparse con una de estas súper bandas del crimen organizado –y sin organizar- que han llegado al saberse impunes, de forma criminal y la osadía de detener los camiones ¡a balazos! asesinando frecuentemente a sus conductores. ¿Tampoco esto los sabe en la Comisión Nacional de Seguridad?
En estas -las páginas de nuestra Revista HC- ya son pues, muchos años señalando, denunciando, inclusive presentando ponencias ante las Comisiones de Transporte y de Seguridad Pública de la Cámara de Diputados, en el 2004, 2008 y además en el Plan Nacional de Desarrollo del 2012-2018 del Gobierno de la Republica, para el cual fue convocado CONATRAM, e infinidad de mesas de trabajo en las cuales los delegados participan activamente, sobre el mismo tema de la inseguridad en las carreteras de México, por lo que es fácil asumir que lo conoce de sobra el Estado Mexicano, ¿pero que ha sucedido a la fecha? La verdad; aquí todo sigue igual…..
Las carreteras del país se encuentran heridas, avergonzadas, marchitas por ser mudos testigos del descomunal despojo a los transportistas, por el poder económico del que hacen alarde los sanguinarios grupos y bandas de bandoleros que ha no dudarlo compran conciencias y placas de quienes se contrataron para proteger a la ciudadanía, dejando que las rutas del país se tornen resbalosas e inseguras, por la sangre derramada en ellas, por las acciones violentas en contra de camioneros honestos que abrazaron un sueño de transportar –cada quien- TODO tipo satisfactores y personas que dan vida al maravilloso país que nos cobija.
Ahora esos transportistas arruinados -si conservan la vida- se encuentran a la vera de los caminos, solos imaginando y viendo los “portables” que pasan, deseando hicieran un alto y los invitaran siquiera un trecho de su camino –como su 10-12- y saciar un poco su nostalgia y frustración por no tener oportunidad de seguir rodando por ahí, y creyendo que algún día el fregón de esta vapuleada Nación, de un manotazo en la mesa y diga ¡BASTA! No más de estos delincuentes, e inmenso mercado de compradores de lo robado y pérdida de vidas. Pero hasta el momento, ni fu ni fa. Todo sigue igual, a pesar de ser el autotransporte una actividad preponderante en la cadena de la economía nacional y multimodal. ¡O QUE NO!